Lunes, 04 de Febrero de 2013
Prefiere sumergirse diariamente en el recuerdo de las 78 peleas profesionales que ganara a puño limpio.
Pocos saben que se trata de uno de los
grandes del boxeo mundial de todos los tiempos, el campeón welter José
Ángel “Mantequilla” Nápoles.
En el ocaso, “Mantequilla” Nápoles llegó
hace dos décadas a refugiarse a ciudad Juárez. Casi instantáneo fue su
amor por la ciudad y por Bertha Navarro, su esposa, quien lo acompaña a
cada momento. “Está chiplito mi viejo. Porque sabe que lo consiento”,
nos dice Bertha con amor casi devoto mientras contempla a Nápoles.
Sus colegas y amigos cercanos no pueden
olvidar agradecidos las emociones vividas gracias a las peleas del gran
campeón, pero como el propio sparring del Nápoles, Ramón Reyna, dice,
también reconocen que todas esas glorias tienen ahora un precio.
“José Ángel enfrentó grandes peleadores
de su época y obviamente todos esos golpes le han afectado a través de
los tiempos. Él tiene demencia senil, enfisema pulmonar, diabetes y le
está dando el Mal de Parkinson”, nos dice Reyna.
Sin casa propia, vive en una casa que de
caridad le prestan, para que no viva en la calle. Su mente aún enfrenta
dolorosos rounds ligados a su carrera profesional y también a su país
de origen, Cuba.
“Yo no hablo de Fidel porque yo no soy
político”, dice. Y cuándo le preguntan cuándo fue la última vez que
visitó la isla de Cuba, contesta: “Como una semana…”
Su esposa nos dice que constantemente habla de Cuba. “Incluso dice que fuimos allá, y eso nunca ha ocurrido, agrega ella.
Recuerdos eternos
Cuando se le pregunta por su enemigo más
peligrosos, evade una respuesta directa. Su memoria enfrenta entonces
la derrota en 1974 contra el campeón Carlos Monzón, por el campeonato
mundial de los pesos medianos.
“Evade, evade la plática, porque le
trajo muy malos recuerdos esa pelea. Si hubiera estado en otra época, un
poquito más joven, creo yo que le hubiera ganado a Carlos Monzón”,
asegura Bertha.
Aunque perdió títulos y dinero, su única
y más preciada posesión siguen siendo sus dos cinturones de Campeón
mundial welter, grandes triunfos aquellos cuando la paga no llegaba
siquiera a medio millón de dólares. “Los campeonatos del mundo
necesitaban entonces quince rounds, ahora son doce…”, reprocha
“Mantequilla” Nápoles.
Sin embargo, increíblemente el anciano
campeón parece a diario resucitar de entre sus sombras cuando llega al
gimnasio, donde la llamada “pantera negra” del boxeo, espera enseñar sus
secretos.
Y mientras sueña con crear un futuro
campeón, su realidad diaria le azota crudamente. “A veces nos falta
hasta para la leche de él”, termina diciendo Bertha.
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